Por Chucho Martínez– En días pasados, todos los medios electrónicos e impresos hablaban sobre la colaboración de Christian Louboutin con un grupo de artesanas mayas de la fundación Taller Maya, quienes colaboraron en el diseño y creación de la bolsa Mexicaba. El objetivo de la marca francesa al trabajar con este grupo de mujeres es:
“Preservar las artesanías tradicionales y asegurar un empoderamiento económico a largo plazo para los artesanos mayas”.
¡Bravo, Loub0utin!
Cada vez más podemos ver que el nombre de México suena en el mundo en mucho ámbitos y en el de la moda no es la excepción, cosa de la que debemos sentirnos muy orgullosos, pero que, sin duda, también tiene aristas muy complejas debido a la problemática del trabajo artesanal y al poco o nulo valor que se le da a la propiedad intelectual de este tipo de labor con otras marcas que lo explotan de manera indiscriminada.
Desde hace algunas columnas les he contado sobre los maravillosos descubrimientos que he tenido últimamente en el mundo textil, de la mano de un gran experto y un grupo de artesanas que me han enseñado el gran significado que este oficio tiene en su cultura, forma de vivir y legado en el mundo. Esta semana, no sólo quiero escribir sobre el gran acierto de Louboutin, sino que quiero exponer también la gran necesidad al respeto del trabajo intelectual y de diseño de los artesanos mexicanos, cuyas técnicas son plagiadas por algunas marcas que usando la estrategia de “inspiración” reproducen sin ningún reparo diseños que son propiedad de ciertos grupos indígenas.
Para esta columna le pedí ayuda a Claudia Muñoz, fundadora de Chamuchic, y a Guillermo Macías, fundador de Kip Tik e integrante de la fundación Aid to Artisans.
Para Claudia, el apropiarse de la propiedad intelectual del trabajo indígena es una práctica mucho más común de lo que pensamos:
«Esto es una práctica tan antigua como injusta por parte de las grandes marcas de la moda. Desde los tiempos de colonización, los grandes modistos europeos usaron la estrategia de la ‘inspiración’ para innovar, pero hoy en día la innovación debe excluir estas prácticas por cuestiones éticas y los diseñadores deben ser capaces de respetar y, en todo caso, colaborar con estas comunidades», señala la experta textil.
Para Guillermo, esto es un asunto muy complejo que ha pasado por muchos foros y discusiones a todos los niveles:
«Existen documentos oficiales de fundaciones, como la el movimiento maya de tejedoras en Guatemala, que empezó una lucha en defensa de su trabajo textil a inicios del año pasado e inclusive en Chiapas existen reuniones que derivan en documentos oficiales o iniciativas que las comunidades y los gobiernos están poniendo en marcha, pero la cuestión es echarlas a andar y no sólo que se queden en iniciativas».
Como ejemplos de plagio en los últimos años podemos hablar de la blusa de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, o la blusa de Pahuatlán, Puebla, que Isabel Marant copió, la marca argentina Rapsodia y la blusa de San Antonino Castillo Velasco, Oaxaca, la marca española Intropía y la blusa de Tlacoatzintepec, Oaxaca, Madewell y el huipil de San Andrés Larráinzar, por sólo mencionar algunos ejemplos de los más relevantes.
Tanto Claudia como Guillermo coinciden en que, además de las iniciativas que se tienen ya en marcha en diferentes niveles, lo más importante es generar conciencia desde la base, en las escuelas de moda y en el consumidor en general.
«El consumidor mexicano y extranjero -que pasa mucho más con el segundo- debería darle mayor valor al trabajo artesanal que lleva horas de dedicación y tiene un trasfondo social, además de estético», aseguró Guillermo.
«Todos deberíamos saber que cuando la gente entrega este tipo de trabajo deja un poco de ellos mismos, de su comunidad y su manera de ver la vida; eso es lo que hace más rico el trabajo artesanal».
Existe un movimiento como el de Viernes Tradicional -@viernes_tradicional-, que pretende apoderarse de las redes sociales con usuarios que hayan comprado o usen alguna prenda artesanal hecha en México, con el fin de promover el trabajo artesanal y hacer conciencia en el usuario final sobre las posibilidades de usar este tipo de ropa en tu vida diaria.
Para Claudia, una de las razones que impide que las marcas tomen la decisión de trabajar con artesanos es su ritmo insano de innovación de producto:
«Las grandes marcas no tienen tiempo para ir a las comunidades a conocer a la gente que crea esos diseños que tanto los inspiran y, por lo tanto, no pueden comprender a fondo los procesos artesanales, capacitar y organizar producciones con ellos; conforme vaya creciendo la consciencia de consumo tan necesaria, el ahora llamado Slow Fashion dará lugar a que estas relaciones de trabajo encuentren posibilidades. Tal vez sea un sueño guajiro, pero basta con revisar movimientos globales como Fashion Revolution para ver que hay esperanza».
En fin, el tema es muy controversial y tiene muchas versiones y cuestiones que lo complican, pero nos da a reflexionar tres cosas; la primera, el gran poder que México tiene hoy en día en el mundo de la moda, nuestro país está de moda, es fuente de inspiración inagotable de muchos creadores y hay que aprovecharlo; la segunda, la gran validación que da una casa de moda como Louboutin al trabajo artesanal mexicano, convirtiéndolo en objeto de deseo y dándole el valor que se merece; y la tercera, pero no la menos importante, la necesidad de que el ciudadano de calle, el consumidor común y corriente como tú y como yo, tome en cuenta que el trabajo artesanal debe respetarse y que consumir local, hecho en México y por manos mexicanas va mas allá de una moda pasajera, sino es el respeto a las tradiciones y al legado de estos increíbles creadores mexicanos que, sin duda, deben trabajar todos los días para dignificar su labor y tener nuevas y mejores oportunidades de vivir.
#VivalaModa