Por Taís Kuri En mi más reciente visita a la ciudad de La Habana, capital de mi isla consentida, visité por cuarta vez una de las plataformas de arte contemporáneo más originales que yo he conocido, un espacio interactivo creado para saciar el hambre de los fanáticos del arte, el diseño, la arquitectura, la música y las nuevas tendencias, en definitiva.

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Estamos hablando de la Fábrica de Arte Cubano (Fábrica de Aceite el Cocinero durante los años 1930 y 1960) o la FAC, que es un mastodóntico y masivo edificio que atesora un sinfín de disciplinas artísticas en un mismo espacio, además de las anteriormente mencionadas. En su perímetro todo se encuentra perfectamente mezclado y distribuido en espacios multifuncionales, multidisciplinarios, mutantes en sus ambientes, contenidos y formas.

Comenzando por su arquitectura, cabe mencionar que su diseño está inspirado en la escuela de la Bauhaus, siguiendo las líneas y patrones de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico. El edificio se compone de 5 naves: la primera nave encierra las artes plásticas, diseño gráfico, moda, arquitectura y música de pequeño formato; la segunda nave está dedicada a la fotografía y el video-arte; la tercera nave abarca danza, cine, teatro, música clásica y la biblioteca digital y la cuarta nave está enteramente consagrada a los conciertos musicales.

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Ubicada en el afamado barrio del Vedado, está claro que este novedoso concepto atrapa a masas locales y foráneas, y que el nivel de capción que transmite con solo escuchar su nombre provoca, en una primera instancia, el acercarse a conocer el lugar y ver el tipo de gente que la merodea. Una vez dentro el nivel de sorpresa es tan alto como el de reacción, y es el mismo siempre, no importa las veces que vayas, puesto que ninguna de las obras allí expuestas es permanente. La diversidad de artistas que allí expone y la constante reinvención del lugar no repara en mostrar el talento del que la isla está impregnada.

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Pero no solo talento se percibe y se vibra en la FAC, lo que la hace tremendamente única, además del impacto de su ambiente sociocultural y su oferta artística, es también la presentación de su oferta culinaria, así como de los miles de turistas deseosos de entrar para dar un paseo mientras disfrutan una tradicional Crystal, un refrescante mojito o un inspirador cubata. Este paseo puede culminar con un baile y una noche desenfrenada impregnada de la atmosfera industrial del espacio, a la vez que las pupilas de los presentes van deambulando y perdiéndose entre luces y colores.

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Eso sí, les recomiendo llegar temprano en temporada alta, ya que en esas fechas podría resultar imposible la entrada y muy frustrante la noche deseada. Las 9:00 pm es un horario perfecto para llegar a formarse. El costo por persona es de 2 CUC y con la entrada te dan una tarjeta en la que te van sellando lo que vas tomando, de forma que, al final, antes de salir, pagas en una caja y te lo intercambian por un pase de salida. Parece complicado, pero no lo es; yo ya he comprobado muchísimas veces que si algo tienen los cubanos es un orden y una manera impecable para hacer hacer las cosas.

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Por último, hay que señalar que la FAC es un modelo a seguir, siempre dispuesto a perfeccionarse, un lugar para recordar y que no puedes dejar pasar si estas de visita en La Habana. Ya fueron Lady Gaga, Obama y Mick Jagger, todos ellos también se asomaron por la Fábrica de Arte para ser testigos de este incomparable lugar.

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