– Por El Influencer- El origen de la píldora anticonceptiva fue cuando en 1942, un profesor de química de Pensilvania, en Estados Unidos, estaba buscando una fuente barata de progesterona.
Russell Marker ya había inventado una manera de hacer progesterona a partir de una sustancia química de ciertas plantas. Sin embargo, tras analizar más de 400 alternativas, Marker descubrió un extraño dibujo en un antiguo libro de botánica, un ñame (planta herbácea trepadora de tallos volubles, hojas grandes, flores pequeñas y verdosas, agrupadas en espiga, y raíz carnosa y comestible) nativo de México.
Así Marker descubrió una fuente económica de progesterona, los investigadores empezaron a usarla como anticonceptivo. Una década más tarde nacía la píldora anticonceptiva.
Modificaciones cerebrales
En años recientes los científicos empezaron a darse cuenta de que el cerebro de las mujeres que tomaban la píldora se veía fundamentalmente diferente, algunas regiones se veían más típicamente “masculinas”.
También notaron cambios de comportamiento. Eran mejores para visualizar, mentalmente, un objeto en rotación, y para reconocer rostros, algo en lo que los hombres suelen ser buenos.
La píldora contiene versiones sintéticas que están hechas de hormonas más estables que han sido alteradas para imitar a estas hormonas. Cada marca de píldora combinada en el mercado contiene el mismo tipo de estrógeno sintético, etinilestradiol, y una de ocho progesteronas sintéticas, llamada progestina.
El etinilestradiol evita que el cuerpo libere un óvulo al mes, mientas que la progestina engrosa el moco cervical y hace que el útero se vuelve inhabitable.
Muchas mujeres que reportan acné, sudor y crecimiento excesivo de vello corporal a causa de la píldora. Estos efectos “masculinos” han sido muy bien estudiados y son reales.
Según un estudio de 2012, el 83% de las mujeres estadounidenses que toman la píldora están tomando una versión que contiene progestina hecha a partir de hormonas masculinas.
La hormona masculina que usan estas píldoras es una pariente cercana de la testosterona llamada nandrolona.
Actualmente las dosis de progestina en las píldoras anticonceptivas son mucho menores y las hormonas se combinan con estrógeno sintético, que cancela muchos de estos efectos masculinos.
Otros efectos secundarios
Las píldoras más antiguas y más baratas tienden a contener hormonas androgénicas, mientras que las nuevas y más caras contienen antiandrógenos.
En los hombres, se sabe que los andrógenos liberados en la pubertad cambian el cerebro. Esto también es cierto para las mujeres, en las que cantidades relativamente pequeñas de testosterona pueden hacer que algunas partes del cerebro se encojan y otras crezcan.
Dado lo que sabemos sobre el poder de estas hormonas, es sorprendente que no fue sino hasta hace poco, que se empezó a estudiar si la progestina hecha a partir hormonas masculinas tiene algún impacto.
Belinda Pletzer, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Salzburgo, Austria, reclutó a un grupo de voluntarios hombres y mujeres, algunas de las cuales tomaban la píldora, y escaneó sus cerebros.
Las imágenes revelaron que varias zonas del cerebro eran más grandes en las mujeres que tomaban la píldora, en comparación con las otras. Estas áreas son más grandes también en los hombres, en comparación con las mujeres.
Otras investigaciones también indicaron que la progesterona y la testosterona pueden afectar el comportamiento.
Lo que se demostró es que las mujeres que toman píldoras anticonceptivas con progestina androgénica tienen menos fluidez verbal.
También son mejores cuando se trata de rotar objetos mentalmente.
Hallaron que las mujeres que tomaban anticonceptivos orales recordaban historias emocionales más de la manera que lo hacen los hombres y también que eran menos buenas reconociendo emociones en los demás, como furia, tristeza o asco.
En un estudio publicado en 2015 Pletzer comparó el cerebro de mujeres que tomaban dos tipos de píldoras con otras que no tomaban ninguna.
Varias áreas del cerebro eran más grandes en las mujeres que tomaban píldoras que contenían las nuevas progestinas antiandrogénicas.
Dos áreas cerebrales en particular se mostraron más abultadas: la zona que procesa la información facial, y la zona que reconoce lugares.